En un prado lleno de girasoles el viento sopla suavemente entonando un canto de paz y quietud, alrededor se encuentran los guardianes, las montañas, resguardando. Los pequeños habitantes del prado se encuentran merodeando por ahí, unas cuantas hormigas llevan sobre sus pequeños lomos alimento para los demás, los pájaros revolotean por el cielo azul jugando entre ellos, libélulas corriendo de un lado a otro, todos siendo simplemente felices en ese pequeño pedazo de paraíso, su hogar.
De repente un sonoro ruido suena, metales chocando entre sí, un ruido sordo de algo siendo arrastrado por la tierra, y entonces una gran llamarada de colores rojo y naranja, grandes lenguas de fuego arrasan con todos y cada uno de los girasoles, los habitantes huyen despavoridos, unos cuantos quedan en el camino. Al voltear hacia atrás ven que grandes gigantes de acero manejados por unos hombres de cabeza amarilla masacran el suelo que ellos cuidaban, mientras otros cabezas amarillas prenden fuego a lo poco que este no ha tocado, han acabado con su hogar.
¿Qué es lo que ha pasado?
El hombre ha atacado, de nuevo.
