¿A caso no todos hemos sido víctima de alguna tempestad?
Todos tenemos problemas, todos sufrimos.
No es posible comparar las dificultades personales con las de otros.
Cada una es igual de importante, y a la vez ninguna lo es.
¿Por qué?
Cada ser humano es diferente. No todos vivimos las mismas vidas ni pasamos por las mismas experiencias, y no pensamos de la misma manera, por lo que no podemos tomar las mismas decisiones.
Así que el tipo de tormenta que nos llega a cada uno individualmente y el cómo lo sobrellevamos es porque una parte de nosotros necesitaba ser regada para que pudiera nacer algo de ahí. Todo es un proceso, y todo es por algo.
Nadie está exento de caminar bajo el agua alguna vez.
Puede ser mucha, puede ser poca, puede ser esporádica; pero nadie nunca llega totalmente seco a su destino, y en el camino es inevitable caerse en algún charco y empaparse totalmente, de vez en cuando.

Es parte de nosotros.
Porque como las flores, necesitamos impregnarnos de vida.
Sin esa agua ¿qué sería de nosotros?
Seríamos simples adornos marchitos por la monotonía.




El diluvio fue creado para limpiar impurezas.
Es la mediación entre la imperfección y el renacimiento de algo más fuerte, firme, y puro.
En algún momento aprenderemos de las tormentas pasadas, e incluso de tormentas ajenas, porque aunque no sean iguales, podemos decidir si utilizamos su experiencia previa para prepararnos, adelantarnos a lo que viene y crear maneras de sobrevivir.
Así que en lugar de temer el morir ahogados debemos enseñarnos a utilizar herramientas para sobrellevarlo.
- Si el agua es manejable, no te preocupes, abre tu paraguas.
- Si ésta vez te está cayendo demasiada agua y crees que los caminos ahora son ríos, entonces construye una balsa.
- Y si sientes que el agua es muy densa y te hunde, entonces aprende a nadar sin luchar contra la corriente.
Finalmente lo importante es aprender a ser más fuerte que el retumbido de un trueno y más brillante que un relámpago; dejar que los rayos nos den el impulso para continuar, y saber que el agua siempre tiene un ciclo, y eventualmente dejará de precipitarse sobre nosotros.




-K. Stokrotka.